¡Pronto iniciamos en Denia!

Formación: Reencuentro con tu Ser

Ciclo de Talleres 22-23

Todo se supera en esta vida

Parece que las cosas pasan, el tiempo lo disuelve todo y que las heridas que nos hicimos, o hicieron no van a volver a sangrar. Pero eso no es así, la naturaleza y la vida, nos lleva a revivir ciertas heridas hasta que resolvemos cada uno de los puntos de vista de esa vivencia.

Cuando murieron mis niñas yo me sentí rota por dentro, vacía y muy triste. Trabajé todo lo que pude para estar bien, y a nivel mental entendí que no podía haber sido de otra forma, a nivel espiritual acepté que esa vivencia era para un bien mayor para mi y mi familia, pero a nivel corporal, mi cuerpo no liberó ese dolor.

Un día, en una sesión de rebircing donde yo solo conectaba con mi respiración, mi cuerpo conecto con el momento del parto de mis hijas, con la pulsión de desear que salieran fuera de mi y con el dolor que sentía porque yo ya sabía que estaban muertas. Me rendí en ese momento, y me sedaron, me indujeron el parto y yo no fui consciente de casi nada. Pero mi cuerpo grabó toda esa vivencia, guardó cada sensación de ese día en mis células y mi inconsciente, y nunca más volví a sentir ese dolor corporal. Hasta este día del que os hablo.

Mi cuerpo empezó a conectar con el deseo de parir, con la necesidad de liberar todo mi dolor y comenzó a gritar, a gritar de dolor y rabia. Volvieron imágenes del hospital, de los médicos hablando del caso porque era raro y de los estudiantes de medicina viendo a una mujer rota como un experimento científico.

Mis niñas salieron y las cogieron en brazos médicos, matronas y a mi nadie me las daba. Yo no tenía fuerzas ni para hablar, pero mi ser quería abrazar a esas niñas que acababan de salir de mi, y parece que nadie era consciente de ello. Yo estaba en la camilla echa un mar de lágrimas y ellos preocupados de si el nudo que se había generado con los cordones umbilicales era de tal o cual manera…

Todo esto lo había borrado mi mente, no lo recordaba, ni recordaba lo sola que me sentí en aquel quirófano. Sin mi marido, ni mi familia, ni nadie que pudiera darme la mano. Solo necesitaba eso, una mano que me sostuviera, pero no la tuve.

Mi corazón en ese instante tuvo que cerrarse, no podía soportar el dolor, y generé como una pequeña capa de hielo en él, que me permitió sobrevivir. Yo quería morirme en ese momento, pero la cara de mi hija Rut aparecía frente a mi todo el rato. No podía abandonarla, ni abandonarme, pero por un segundo me hubiese dejado ir.

Han pasado 11 años desde esa experiencia, y a lo largo de ellos han habido muchas ocasiones en las que he necesitado esa mano que me sostuviera y cuando no la encontraba me enfadaba con el mundo y sobretodo con mi pareja. Es en estos momentos cuando yo busque ayuda en amigas, familiares y  terapeutas.

Gracias a la terapia, he podido salir de ese bloqueo, de esa sensación de tener que controlarlo todo para no sufrir de nuevo ese abandono.

Son momentos difíciles, es cierto, pero todo se supera. El ser humano está preparado para eso y mucho más. Solo que a veces nos perdemos en el camino y tener esa mano amiga que te sostiene y te da fuerza para seguir, es fundamental.

Yo te ofrezco esa mano amiga, donde puedes dejar de controlar y permitirte ser vulnerable por un rato de tu día, para que después vuelvas a tu camino con más fuerza.

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